martes, 13 de octubre de 2009

La Danza y La Mujer


Si volvemos a la danza de la mujer egipcia o de la árabe, española, brasileña, etc., o sea, de las mujeres de todas las naciones en general, veremos que con el baile se comunica de una forma más expresiva que con palabras.
La mujer baila con sus más profundos sentimientos, dejando escapar lo que encierra su interior. Es como un volcán. Parece como si hubiera estado esperando durante largo tiempo para dejar que su cuerpo exprese, sin palabras, sus más ardientes secretos.
En su danza están encerrados la profundidad de los proverbios, la magnificiencia de la magia y las mayores paradojas: dolor, amor, esperanza, alegría, liberación de ataduras...y una llamada a la libertad.

La Danza Del vientre

El origen de la danza del vientre se remonta a más de 5000 años, cuando se bailaban danzas pélvicas en honor a las diosas, glorificando los poderes femeninos de la sensualidad, procreación, fecundidad y amamantamiento.

Hoy en día cualquier mujer, sin importar su aspecto físico puede bailar esta danza.

Como cualquier actividad, la danza exige sus horas de entrenamiento y un estudio en profundidad de su técnica. También implica el aprender a montar una coreografía, incluso trabajar con empeño la parte teatral para llegar a desarollar gestos sensuales y naturales.

Interpretar una danza que existe desde hace siglos implica volver al pasado, retomar aquellos cánones que aún perduran a lo largo del tiempo y trasladarlos a nuestro momento actual, incorporando entonces elementos y códigos propios de la vanguardia.

La búqueda creativa no es fácil. Tenemos que mezclar nuestra capacidad de imaginación con toda la información que vamos recibiendo y asimilando a lo largo de las clases.

Esto exige un trabajo duro y explorar constantemente dentro de nosotras mismas, para sacar todo lo que sabemos, ya que aún teniendo talento, se puede caer con facilidad en movimientos repetitivos y monótonos.

Cuando aprendamos a pulir todo esto, de repente nos daremos cuenta de algo extraordinario: hemos adquirido un estilo propio.

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